Viajar sin descubrir la gastronomía local no es viajar.

Si hay algo en lo que la mayoría de los viajeros están de acuerdo es que la comida es un factor muy decisivo al elegir el destino. Probar y experimentar productos diferentes y típicos puede ser toda una aventura.

Marruecos es el ejemplo perfecto de destino cuya gastronomía es un reflejo del patrimonio cultural del país. La riqueza y variedad de su arte culinario quedan reflejadas tanto en sus emblemáticos platos como en la amplia diversidad de ingredientes, aromas y sabores.

La cocina marroquí es una cocina familiar. Una cocina sencilla que no cuenta con granes pretensiones, tan sólo con grandes sabores básicos. Por este motivo, reproducirla en casa, con los ingredientes adecuados, no es complicado. Eso sí, hay que hacer una pequeña inversión y agenciarnos utensilios tan importantes y básicos como el Tajín, el tangia o las cuscuseras; y es que los platos marroquíes saben mejor en sus recipientes originales.

Los talleres son impartidos por mujeres locales en sus propias casas dónde aparte de aprender a cocinar os sumergiréis de lleno en su día a día.

Empezaremos el taller con la parte principal, la compra de los ingredientes. Nosotros junto con la mujer que nos impartirá el taller iremos de compras al mercado para llevarnos los productos más frescos y de mejor calidad. Las especias juegan el papel más importante, así que tendremos la oportunidad de comprar las más típicas para poner en práctica todo lo aprendido una vez de vuelta a casa.

Podremos elegir por supuesto que es lo que queremos aprender a cocinar si es que tenemos alguna predilección sobre algún plato típico. Los platos puedes hacerlos a tu gusto. En caso de que tengas alguna intolerancia, dílo y te ayudaremos a adaptarlos. Y además, cuando acabes la clase, te enviarán todas las recetas por escrito para que puedas practicarlas cuando vuelvas a casa.

Después viene la mejor parte, la degustación de esos platos típicos dónde todos juntos disfrutaremos de una magnífica cena acompañado con el té típico marroquí, y es que no podemos olvidar que aquí otra cosa no, pero té hay a raudales.